sábado, 3 de octubre de 2009

Tras un día denso, en muchos aspectos, he decidido pararme en el oasis que me regaló Augusto; no han importado las miradas inquisidoras, ni los comentarios  vulgares, ni el sonido ensordecedor de la gente sorda que pasa por la vida simplemente haciendo ruido.En medio de ese caos he cogido de la mano la idea-regalo. Es sorprendente como algo tan simple y quizás tan absurdo haya causado en mi tanto impacto.He mirado a la luz, no la artificial  de color insano, sino la que se cuela por las rendijas de ventanas ocultas, la que trae en la ropa la gente que llega ausente,lejana,distraida. La luz cegadora de la sonrisa de algún desconocido, la de sonidos imperceptibles que se escapan de cualquier cosa: una risa, un gesto, un movimineto diferente,incluso de las propias cosas inertes. Sonrío cuando me siento que estoy reflexionando otra vez  sobre ello...quizás cada vez me torne más demente.O quizás ya sean los desvaríos de una loca.
Me hace gracia la frase "hay luz al final del tunel", me rio, bastante, jajajajajajajajajaj.De hecho me parece demasiado chistoso.La luz al final no existe.No la hay. La luz está siempre.Constantemente pegada a nosotros. Hace tiempo leí algo que decía que si encendemos una linterna de día o en una sala muy iluminada, la luz de esa linterna pasa inadvertida;pero todo cambia si se hace en una sala oscura o en mitad de la noche.La noche está junto a mi, al igual que la luz. Caminan de la mano, no son dos caras. Son la misma cara.Una solo parte, un todo inseparable.Luz y oscuridad, día y noche, miedo y paz, odio y deseo.
Creo que voy a beber agua y a pensar en las olimpiadas de  Río de Janeiro...

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