miércoles, 27 de mayo de 2009

A todo lo demás

No hay más. La realidad en que uno se pierde para encontrarse. El amor como seña de identidad, los dilemas como parte integrante de nuestra pretensión de certezas, la seguridad de la confianza, el silencio de puertas para adentro, los cafés con tabaco, los paisajes que nos miran dentro, ciertas rutinas o usos que vete a saber qué sentido podrán tener (pero ¿adónde ir para saberlo?), los otoños frente a las primaveras sin más estaciones, las fotos, las huidas, las despedidas, los reencuentros, los imprevistos, los recursos, la mancha de tinta en tantos papeles, las velas y su culto, las siluetas en la sombra, las mañanas sin regreso, las copas de vino color sangre, la sangre de algún dios humano, las luces de los cuartos en los que no estaré, los soles que ví por vez primera cuando ya se iban, los músicos que eligen bien dónde tocar, los bolsos con libros dentro, las manos que se hunden en la vida para encontrar tesoros en la arena, la lejía con la que una trata de limpiarse el alma, las miradas vagas, los colores con que se pintan las caras, el pelo, las camisas, los zapatos, algún complemento, los torsos desnudos bajo un árbol, el humo y lo que importa justo tras él, los dedos que tocan las pieles como cifrando un código, la palabra melancolía, la muerte rondando, la vida en otra parte (sólo a veces), los que nos quieren, los que nos llaman por el nombre que nos pusieron, dios con su reloj atrasado, el dios que nos daría un reloj adelantado, tú y todo lo demás y yo, que quiero todo esto y lo que no me ocurrirá jamás.

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